Personajes

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

Radiaciones mortales

* El peligro de los teléfonos celulares y las emisiones televisivas

 

En el Campo de Pruebas de Nevada se llevaron al cabo pruebas nucleares diversas durante 41 años, de 1951 a 1992. Se hicieron explotar bombas atómicas que desparramaron polvo radiactivo en por lo menos un área de 300 kilómetros a la redonda. Estaba en un lugar llamado Yucca Flats, pero tuvieron que morir cientos, o tal vez miles de personas para que lo cerraran. La “película de la muerte” hizo sonar la voz de alarma.

La pregunta ahora es si las investigaciones acerca de los efectos que otras radiaciones, las electromagnéticas, producen en el ser humano, van a determinar en corto tiempo la llamada de alerta, o deberá filmarse otra “película de la muerte” para tomar medidas.

Los teléfonos celulares, las antenas que los interconectan, las torres de alta tensión y las antenas emisoras de televisión y radio producen radiaciones electromagnéticas que los últimos estudios han señalado como posibles causantes de cáncer y algunas otras enfermedades.

La lista de estas últimas es larga: tumores, linfomas, leucemia, cáncer cerebral, aborto, esclerosis lateral amórfica (enfermedad de Lou Gering), mal de Alzheimer, problemas cardiacos, suicidios, dolores, fatiga, palpitaciones, dificultad para respirar, depresión…

Claro, las causas pueden ser otras, el cáncer también se puede deber al cigarro, a las radiaciones que tras el estallido de una bomba atómica perduran por años, a la exposición para tomarse radiografías demasiado frecuente y a la cercanía con elementos radiactivos por señalar sólo algunas, pero estas son ampliamente conocidas y se trabaja para prevenirlas.

Sin embargo, apenas se comienzan a fabricar “chips” —llamados Xradia— que previenen que las radiaciones electromagnéticas de los celulares ocasionen problemas en la salud.

Pero, comencemos por el principio. La “película de la muerte”, The Conqueror” (El Conquistador de Mongolia), tiene un argumento que gira alrededor de Gengis Khan. Fue filmada en 1956 en el estado de Utah, en un lugar conocido como el Desierto de Escalante cercano al Campo de Pruebas de Nevada, con un enorme aparato de producción y un elenco de artistas famosos. La produjo “El Aviador”, Howard Hughes, y la dirigió Dick Powell, que por cierto, entonces era esposo de la actriz June Allyson.

Encabezaron el reparto John Wayne, Susan Hayward, Pedro Armendáriz, Agnes Moorehead, Lee Van Cleef y William Conrad.

El caso es que a los pocos meses empezaron a morir de cáncer. De 220 personas que integraban el personal que fue a filmar, al llegar 1984 habían muerto 150 de tal enfermedad, según la revista People.

A los ocho meses del estreno de la película murió Victor Young, autor de la partitura musical; en 1963 murió Dick Powell; en 1963 también, se suicidó Pedro Armendáriz cuando supo que el cáncer que padecía era terminal, tenía 51 años de edad; en 1971, Thomas Gomez (66); en 1974, Agnes Moorehead (88); en ’75, Susan Hayward (57); y en 1979, John Wayne, a los 72 años de edad, de cáncer de estomago y pulmón, tras una lucha de 15 años contra la enfermedad.

Las radiaciones que los afectaron persistieron en los estudios de filmación, porque el productor ordenó llevar a estos toneladas de arena del desierto en que filmaron las escenas de exteriores para terminar las que faltaban. Hay inclusive fotos de Wayne haciendo uso del Contador Geiger mientras descansaba de la filmación en Utah. No tenían idea de lo que la radiactividad les iba a ocasionar.

Fue como el caso del SIDA. Tuvo que morir un actor famoso, Rock Hudson, para que se supiera de esa enfermedad y se difundiera el peligro mortal que significaba.

¿Y ahora, por qué la llamada de alerta acerca de las radiaciones electromagnéticas?

Hasta hace pocos años, las torres con las antenas emisoras de Televisa se encontraban en un lugar céntrico del Distrito Federal, sobre Avenida Chapultepec. Se decidió el cambio a Ecatepec, a un lugar llamado Cerro Pico Tres Padres, ubicado aproximadamente siete kilómetros al norte de los Indios Verdes.

Si alguien busca información en internet o por teléfono acerca de la potencia a qué transmiten las antenas de Televisa, le va a costar trabajo encontrarla. Tal información la maneja la empresa de manera confidencial, como “Top Secret”, dice uno de los técnicos de la televisora.

Transmiten a 30 mil watts — o 30 kilowatts— de potencia para cada canal —2, 4, 5 y 9—. Cuando estaban en Avenida Chapultepec tenían permiso de hacerlo solamente a 15 mil.

TV Azteca señala en su información que transmite a 320 kilowatts, el canal 13, y a 260 kilowatts el 7, pero al parecer hacen la suma de diversas antenas enlazadas, para poder publicitar tal potencia.

Las emisoras de radio, en AM y FM, como la XEW, emiten a una potencia muy superior, porque no transmiten video, sólo audio, a 250,000 watts ésta y a 100,000 la XEX, para dar dos ejemplos.

Comparemos estas potencias con las de los teléfonos celulares.

La institución que dicta las normas a que tienen que estar sujetos tales aparatos es la FCC, en Estados Unidos y prohíbe que las emisiones de estos afecten con más de 580 microwatts por centímetro cuadrado al cuerpo humano, para que no sean peligrosas. Si se pegan a la cabeza, las afecciones pueden ser de orden cerebral y si se utiliza un Bluetooth y el teléfono va pegado al cuerpo, la afección puede darse en cualquier parte de éste.

Los teléfonos celulares transmiten generalmente a 2 watts de potencia, quince mil veces menos que la potencia de las antenas de las televisoras y 125 mil veces menos que la de la XEW.

Es evidente que si los últimos estudios señalan que el teléfono celular puede ocasionar problemas en la salud, con mayor razón los puede haber a una distancia no lejana de las antenas emisoras de TV y radio, que transmiten con mucho más potencia.

El cáncer atribuido al cigarro está localizado generalmente en las áreas por donde pasa el humo en el cuerpo humano. Puede, en consecuencia, ser de pulmón, de lengua, estomacal, dar en la boca (el caso de Freud). Pero es difícil señalar a las radiaciones electromagnéticas cuando éstas son la causa.

Y a la pregunta de ¿Cuáles son las personalidades ligadas con la industria de la televisión que han padecido o muerto de cáncer, como sucedió con la filmación de El Conquistador de Mongolia? La respuesta es: muchas, en México y en el mundo:

Emilio Azcárraga Milmo, presidente de Televisa, que murió, según el boletín de la empresa, de cáncer, el 16 de abril de 1997, aunque otra información no confirmada señala que falleció de SIDA. Jacobo Zabludovsky, que se ha sometido ya a dos operaciones para extirparle tumores cancerosos y a sus ochenta años de edad, el 24 de mayo de 2008, se dice dispuesto a ganar cuantas batallas se le presenten para vencer tal padecimiento.

La exesposa de Emilio Azcárraga Jean, Alejandra de Cima; el conductor de televisión Gerardo Alfaro, el actor Manuel Saval, Alan Ledesma, Alejandro Camacho, Adamari López, Lolita Ayala; Angélica María y su mamá, Angélica Ortiz; Isaura Espinoza, Vicente Fernández, Joan Sebastián, Andrés García, Raúl Vale… La lista se puede extender más.

A nivel internacional también: Rocío Jurado, Rocío Dúrcal, Celia Cruz, Joan Manuel Serrat, Patrick Swayse, Luz Casal, Olivia Newton John, Kylie Minogue, Robert de Niro, Roger Moore y muchos más.

A otra personalidad, por cierto, aunque no actor ni cantante, Edward Kennedy, le acaban de descubrir un glioma, tumor maligno en el cerebro que le puede causar la muerte en un año.

¿Les dio cáncer por el consumo de cigarro (muchos no fumaban), por la exposición frecuente a las radiaciones solares, por exceso de radiografías, por la cercanía con algún elemento radiactivo? ¿O, como artistas que son, por las radiaciones electromagnéticas a que se expusieron con mucho mayor frecuencia que los que no viven de la televisión?

No es posible demostrarlo todavía, pero la duda queda.

Las mismas torres de alta tensión producen enfermedades en las personas que habitan en sus cercanías, debido a las radiaciones electromagnéticas que emiten. Esto ya está demostrado en diversos estudios.

Y volvemos a los teléfonos celulares. Los focos rojos deben prenderse y aunque los fabricantes pierdan mucho dinero, deben hacerse investigaciones amplias y tomarse las medidas pertinentes antes de que surja otra película de la muerte.

Tal vez la solución se encuentre en el chip Xradia que se instala en nuevas baterías para los celulares y que los que lo producen dicen que evita las afecciones a la salud causadas por estos. Habrá que verlo con lupa y esperar más soluciones.

Por lo pronto, hay que utilizar los audífonos, evitar la cercanía con antenas emisoras de radio y televisión, no vivir cerca de torres de alta tensión y en general evitar cualquier emisión cercana de radiaciones electromagnéticas que ahora hasta las laptops producen para conectarse por Wifi a internet.

Hay que evitar también la cercanía con antenas enlace de teléfonos celulares, que las hay por toda la ciudad y deben estar a más de diez metros de altura para que sean menos peligrosas. El peligro, desde luego, persiste para los que alquilan el techo de su casa para permitir la instalación de tales antenas, porque la exposición a las mismas es constante y dura años. Los efectos los veremos dentro de mucho tiempo, cuando se empiecen a conocer los casos de cáncer en las personas que viven en tales condiciones.

No se trata de un problema menor, ni de una idea que puede desecharse, es la tecnología que crece aceleradamente y nos soluciona problemas, nos facilita la vida, pero los peligros que se desprenden de ésta no los conocemos hasta que se presentan casos como los de Pedro Armendáriz, Susan Hayward y John Wayne tras filmar El Conquistador de Mongolia y se convierten años después en estadísticas de enfermedades mortales.

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